
El domingo tomé mi bicicleta y me apoderé de una de las vialidades más lindas de la CDMX; como es costumbre, tuve unas buenas horas para disociarme un poco de todo lo que está pasando en México y en el mundo -pareciera que ahora más en México-.
Justo cuando volví a casa recibí el mensaje de un amigo abogado que participa en la elección de juezas, jueces, magistradas, magistrados, ministras y ministros del Poder Judicial Federal, me invitaba al primer mitin de su campaña. “Pero tráete tu bici, que te vean llegar así…”, me dijo.
De primera me reí y luego recordé que la semana pasada veía en las redes sociales de otro colega una foto que subió mientras viajaba en el metro, alguien le comentó algo como esto: “¿eres candidato también y ahora estás viajando en metro para mostrar humildad?”, también me reí hasta que supe que en verdad le estaba comentando eso en un sentido de reclamo.
Los que habitamos en la CDMX perdemos aproximadamente seis días y ocho horas al año en el tráfico (152 horas), y te aseguro con todas las letras que no es por placer. Buscamos trasladarnos de nuestro hogar a las escuelas o centros de trabajo que regularmente se encuentran bastante alejados. El traslado y el medio de transporte es una elección apegada a nuestros recursos y necesidades que no debería ser visto desde un posicionamiento separatista usado como escenario para campañas desde la falsa autenticidad de un posible acercamiento del candidato.
Seguramente ya viste montones de videos cortos en redes sociales de los candidatos, la mayoría de ellos con estrategias de marketing que involucra la -cómica- idea de comprenden las necesidades de la población, ideas que refuerzan la narrativa de que la pobreza se asocia a ciertos espacios y servicios. Sí, las ideas populistas que solo abren la brecha entre la ciudadanía y la élite judicial porque finalmente nos están diciendo que es extraordinario para ellos viajar en metro, visitar el mercado o salir al parque.
A propósito de esta distorsión que manipula creencias y emociones para incidir en la opinión pública, la posverdad1 es usada hoy como un método de actitud social que esconde la falsa proximidad a la ciudadanía. Resulta alarmante entonces que, al final del día este engaño genera una crisis de la verdad. ¿O tú sabes que ha hecho el candidato en relación a sus actividades personales y laborales para alinearse a tu escala de valores? Yo no.
¿Vas a votar? Te leo.
- HURTADO, Guillermo, Biografía de la verdad. ¿Cuándo dejó de importarnos la verdad y por qué deberíamos recuperarla?, México, Instituto de Investigaciones Filosóficas, UNAM, 2024, 142 pp. ↩︎
Ana Karen Cano Rico