El 1 de junio de este año, se desarrollará una de las jornadas electorales más difíciles, pero de la mayor importancia en los últimos tiempos: La elección de juezas y jueces, magistrados y magistradas, ministros y ministras en el ámbito federal; y en algunas entidades federativas también serán electos jueces y juezas, magistradas y magistrados.

Nuestro país ha incubado, desde su génesis misma, la espora revolucionaria, porque emergió emancipado de un proceso de conquista y expoliación. Hoy, tenemos el deber de continuar la obra en una de las fibras más sensibles del Estado Mexicano: El sistema de impartición de justicia.

Por eso es bien importante que nos informemos, que concienticemos y que participemos. Por increíble que parezca, hay un desconocimiento sobre los alcances de esta reforma, en el mejor de los casos; y en el peor, las personas, ni siquiera tenían conocimiento de que se había hecho un cambio de esta naturaleza en nuestro sistema jurídico. Una muestra, modesta pero certera, son los videos que acompañan a esta columna, que bien pueden trasladarse a nivel macro y nos darán una radiografía de lo que es este tema en los diferentes estratos sociales.

Entrevista a Román.

Por otro lado, hay quienes de manera legítima disienten de la reforma judicial, pero lo que no es legítimo es su ausencia en las urnas, con ello indirectamente estarían validando la visión de los “vencedores”. Como todo producto humano, sin duda, esta reforma es perfectible, pero para hacer esos cambios hay que actuar, como también hay que actuar y participar para edificar un sistema de justicia.

Se lee muy fácil pero no lo es. No pretendo herir susceptibilidades. Esta es una opinión de índole estrictamente personal, pero en lo que sí soy consciente es del papel que jugamos en la historia y en la construcción del futuro, en la consolidación de un sistema de libertades, en donde podamos volver a vivir sin miedo y ejerciendo en plenitud derechos y obligaciones indispensables para la convivencia armónica. Eso que tanto hemos discutido en clase.

Joyce decía que la historia es una pesadilla. Octavio Paz, por su parte, señaló que el autor del “Ulises” se equivocaba: Las pesadillas se disipan con la luz del alba mientras la historia no termina, sino hasta el fin de nuestra especie. Por eso, vale la pena intentarlo.

Goethe, a la pregunta ¿Por qué su Fausto puede ser redimido a pesar de cargar con tan grave culpa? Responde: Aquel que se afana siempre aspirando a un ideal, puede ser salvado. Esta elección debe ser vista como una especie de parábola del sembrador: Basta con que alguna propuesta, alguna tesis, una visión del país o del sistema de justicia caiga sobre terreno fértil, para que el esfuerzo haya valido la pena.

Fragmento de la entrevista a Manuel González Oropeza

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Luis Cuauhtémoc Palestina Flores